LA MARCA DE LA GRATITUD
El estudio científico de la Gratitud como fortaleza humana, ha ido ganando un mayor número de adeptos en las últimas décadas. Hasta hace relativamente poco, la creencia popular consideraba al agradecimiento como un sencillo mecanismo que apenas generaba interés en los círculos académicos y populares. Con la llegada del enfoque de la Psicología Positiva, algunos autores como Robert A. Emmons, Michael McCullough o Jeffrey Froh entre otros, han profundizado y desarrollado su estudio más allá de la tradición filosófica, artística o teológica. La gratitud conjuga un amplio abanico de beneficios psicológicos y resortes para la mente de las personas que la practican. Y mucho más, para aquellos que la convierten en una costumbre habitual en su vida cotidiana.
A nadie se nos escapa, a estas alturas, la particularidad del estilo psicológico de las personas que practican la gratitud de forma asidua en su día a día. La ciencia ha demostrado que todas ellas se encuentran mucho más abiertas al mundo, piensan mejor respecto de los demás y sobre lo que les sucede. Curiosamente, también enferman menos y afrontan mejor los sucesos negativos, informando sobre mayores niveles de bienestar, optimismo y resiliencia que la población en general.
La gratitud,
mucho más allá de haberse convertido en una moda, despierta una curiosidad y un
interés que nos acerca a nuestra necesidad básica de autorrealización y
a nuestro derecho a la Felicidad. Por este motivo, son cada vez más los
progenitores que riegan la semilla del agradecimiento en sus hijos. Está más
que comprobado que el agradecimiento sincero es una puerta abierta a las relaciones
sociales más saludables y a una convivencia basada en el respeto y la
complementariedad. De hecho, escribir acerca de aquellas cosas con las que
nos sentimos agradecidos, incrementa nuestra afectividad positiva,
potencia nuestros buenos recuerdos y nos hace sentir mucho mejor.
Ahora bien, imaginemos una situación en la cual nos sentimos agradecidos con alguien que ha hecho algo beneficioso y de forma desinteresada por nosotros. El simple hecho de trasladarle nuestro agradecimiento, manteniendo durante quince o veinte segundos el sentimiento de gratitud, ya provoca sutiles cambios fisiológicos en nuestro organismo (Northrup, 2012): se reduce considerablemente la hormona del estrés (cortisol), fluye mejor la sangre por nuestras arterias y se acompasan nuestro latido cardíaco y nuestra respiración.
Las personas agradecidas, se muestran por lo general mucho más generosas y proactivas socialmente, sus niveles de conflictividad son mucho menores y mantienen una red de contactos personales y profesionales mayor tanto en cantidad como en calidad. Como ves, son muchos los beneficios que se obtienen con la práctica y el ejercicio de la gratitud. ¿A qué esperas para poner sus efectos en práctica?
La Casa de la Psicología Positiva